Ciudad anidales

Los textos inéditos que componen este adiós se van enlazando como un discurso susurrado, lento, de una voz que se va apagando, y los números que los separan son como las pausas para respirar que, quien se despide, necesita hacer. Entre sus sobrecogedoras imágenes encontramos unas manos diciendo “hasta siempre”, unos ojos brillantes al borde de la lágrima, un “me gustaría quedarme más, pero ya hice todo y estoy cansado”. Con todo mi amor y mi dolor, recibo este libro como un tesoro, lo aprieto contra mi pecho y cierro los ojos para ver al amigo de tantas horas y tantas...